Humanizando mitos: machismo en Dragon Ball Z
La publicidad es una constante que permanece a tiempo completo en nuestras vidas. No solamente se enfoca en promocionar determinados productos o nuestra marca personal, también en otorgarle mayor o menor fama a una serie.
Una de las más exitosas en la rama de animes es Dragon Ball Z. No es para menos, la saga de los Supersayan centrada en la rivalidad entre Goku y Vegeta marcó toda una generación. La evolución de sus personajes, la extensión de la trama y el amplio abanico de personajes secundarios son algunos de los principales ingredientes.
Piccolo, Son Gohanda, Trunks o Krilin son una muestra de ello. También había mujeres como Chichi, pareja de Son Goku o Bulma, compañera sentimental de Vegeta. Pero ellas demostraron la existencia del machismo en este anime.
Cabe recordar que Chichi comenzó siendo un aprendiz de artes marciales. Sin embargo, con el paso de los años acabó asumiendo un rol de ama de casa reducido a la educación de su hijo, Son Gohanda, y a darle de comer a su esposo. Cabe destacar que su esposo solamente se preocupaba en ser la persona más poderosa del mundo, teniendo una fuerte pereza a realizar las labores del hogar.
Esta tendencia queda sensiblemente pronunciada en A-18, la androide más temible de la Tierra que ha exterminado a cientos de seres humanos, así como a los "machos alfa" más poderosos de la serie, tiene un destino marcado: quedarse en casa cuidando de su hija Marron. Mientras tanto, su pareja, Krilin, se fue a cuidar de Freezer. Curiosamente, la androide poseía más fuerza que su esposo.
Estos son dos claros ejemplos del machismo existente en Dragon Ball Z. No tiene porqué considerarse la serie machista. Al fin y al cabo, los animes y el manga conforman un meticuloso realismo social. Pero el peligro radica en la gente que aprueba dichas prácticas desigualitarias porque han sido emitidas en una serie.
¿A qué conclusión podemos llegar? Los defectos de una serie impregnados en valores que van en contraposición de la evolución positiva de la sociedad no tiene porqué ser abocada al destierro. Pero es necesario desmitificarla para percatarnos sobre cómo la sociedad se convierte en el motor de la elaboración de nuevas producciones. Al fin y al cabo, el nicho es el principal crítico artístico.
